Aprendiz Land estaba nervioso más allá de las palabras mientras entraba en la sala ceremonial. Lo avisé y sus ojos comenzaron a desnudarme. Llevaba el tradicional vestido de unción, su polla ya semi duro y tentando en el tejido suelto.
Se quedó perfectamente quieto, incuestionable e inflexible, ya que corrí suavemente mis dedos cubiertos de aceite sobre cada parte de su cuerpo. Su frente, sus ojos, su nariz, sus labios...
Toqué la punta de su pene con mi lengua mientras me arrodillé para ungir sus piernas. Antes de mucho tiempo mi boca estaba envuelta apretadamente alrededor de su pene. Sabe tan bien, tan fresco, tan ingenuo. Me levanté y le animé a devolver el favor, sugiriendo que me chupara bien y duro.
Entonces le dije que se arrodillara en la alfombra y me presentara su trasero. Trabajé un poco de aceite en mi gran polla antes de forzarme contra su agujero apretado. Oí unos cuantos gases, látigos y ingestas de aliento y luego, así, lo estaba penetrando.
Fui muy profundo, pero agradable y lento al principio, totalmente ingresado por la sensación de mi polla cruda que afloja su camino dentro y fuera del aprendiz inocente. Pronto pude acelerar el ritmo, inclinando mi pelvis y rebotándolo con un cierto grado de fuerza.
Se volvió hacia su espalda y lo llevé desde el frente, mirando hacia esos ojos incrédulos, arrastrándome en él con velocidad creciente...