Jonathan se sentó en el suelo entre las piernas de su viejo, descansando la espalda contra la toalla que cubrió su regazo. Los muslos diseminados del Dr. Wolf abrieron sus lomos al calor y al vapor, llenando el aire con su suave y maduro almizcle. Jonathan cerró los ojos y exuberó en el aroma de los genitales de su padre, sintiendo que su propia polla subía bajo su toalla.
Desde su punto de vista, el Dr. Wolf podía ver al joven excitarse. Desde su altura, se sentía como un gigante, manteniendo su precioso premio cerca. No podía superar lo afortunado que sentía estar sentado allí, desvestido y desenterrado, sintiendo la intimidad y la conexión que ahora tenía con su hijo.
Se inclinó hacia él, besándolo en los labios antes de correr sus manos sobre su cuerpo liso. El masaje y el calor lo hicieron derretir contra él, poniendo todo su peso en su cuidado. Jonathan no le quitó nada, ni siquiera sus labios. Y mientras se juntaban, sus lenguas se marcaban entre sí, haciendo que el pequeño y caliente cuarto se sintiera aún más caliente.