Austin — La mercancía

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6 años atrás
Romper a un niño es un trabajo duro. Incluso cuando lo quieren... cuando saben que lo necesitan... es más de un arte delicado que una ciencia. Tienes que estudiar al niño, sentir su cuerpo, sentir su voluntad, encontrar donde es su más fuerte... y donde es su más vulnerable. Cuando encontré al pequeño Austin, estaba solo y frío en la calle. Parecía frágil, demasiado pequeño y delgado para ser un hombre maduro. No fue hasta que le evalué a fondo que encontré que esto era sólo su manera natural. Siempre parecería pequeño y frágil. Y en mi experiencia, eso es lo que muchos de mis clientes encuentran lo más valioso. Para Austin, romperlo no era solo cuestión de mostrarle mi autoridad. Estaba claro que me escucharía y haría lo que le dije. Pero cuando lo toqué, tenía un momento de duda. Una duda. Una sensación en su mente que se suponía que debía protegerse. Proteger algo que le habían dicho era suyo. This was part of the correction process. Parte del duro trabajo por delante. Toda su vida, le habían dicho que era su propia persona. Su propio hombre. Que necesitaba ser fuerte e independiente. Responsable de su futuro y ese camino que caminaría. Lo pude ver en sus ojos tan pronto como me miró hacia arriba. Estaba perdido, confundido y desesperado por un lugar en este mundo. No quería esta responsabilidad. No quería tener esa carga. Austin primero necesitaba ser despojado de sí mismo. Su identidad. Su historia y expectativas. Lo traje a la zona de estancamiento, una habitación oscura y apartada donde podría ayudarlo a sufrir esta transformación esencial. Estaba nervioso y temblando, como cualquier cordero sería llevado a un altar de sacrificio. Pero a través del miedo en sus ojos, pude ver su corazón rebosando con esperanza. No sabía lo que iba a venir, pero en el fondo, sabía que estaría feliz de que no tuviera que ser quien decida. Corrí mis manos sobre su cuerpo, sintiéndole, evaluandolo. Tembló un buen trato. Algo para...